miércoles, 31 de octubre de 2007

Retos de los Jóvenes Cristianos en el siglo XXI

“La Iglesia ve en la juventud, una enorme fuerza renovadora , símbolo de la misma iglesia.” (Puebla 1178)
NICARAGUA - Los jóvenes cristianos son fuerza renovadora y trasformadora no sólo de la sociedad, sino también de la Iglesia. En la búsqueda de la construcción del Reino de Dios impulsamos cambios en la Iglesia para que ésta sea más dinámica, creativa y sencilla. En este artículo compartimos los retos que vemos para l@s jóvenes cristian@s desde nuestra experiencia de trabajo con las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) y como jóvenes nicaragüenses.

La problemática de las juventudes


Dentro de las realidades que vivimos en Latinoamérica una de las más complejas es el de las juventudes, principal objetivo de la propaganda estatal y comercial, necesitado y temido, criminalizado y puesto en la fila de espera porque “los jóvenes son el mañana” ; esto a pesar de que para muchos jóvenes - víctimas de las drogas, la carencia de educación, empleo y recreación - el mañana es solo una posibilidad.

En medio de las realidades de las juventudes, los jóvenes cristianos aparecen como una opción más en medio de la diversas culturas juveniles. Las múltiples militancias es una característica de las juventudes y es fundamental tenerlo en cuenta para comprender que los jóvenes cristianos también son rockeros, graffiteros, miembros del equipo de fútbol, estudiantes universitarios, militantes de partidos, organizaciones sindicales, de la organización estudiantil, etc. La militancia cristiana se complementa en diferentes esferas de la vida del joven. Es un error creer que la juventud Cristiana se limita a la iglesia o a la comunidad.

Algunas propuestas formativas proponen al joven que asume como fragmentado la dualidad de la vida o que opte por un lado de la “dualidad”: La Iglesia como espacio de crecimiento espiritual y el resto de cosas como signo de pecado, banalidad, ubicado en la periferia de la fe. Estas propuestas se centran en la salvación como única tarea de la juventud; le invitan a escaparse de esta etapa de la vida para evitar “tentaciones”. De esta forma conviertan la juventud en un estado carente de sabor e importancia.

Por otro lado, se invisibilizan las propuestas liberadoras juveniles. En todo Centroamérica florecen de forma sencilla los grupos cristianos que desde su fe se comprometen con la transformación de las sociedades centroamericanas. Por ser pequeños, por su misma sencillez, por los compromisos que acarrean y por los pocos recursos con los que se cuentan, no son vistos como una alternativa. No se trata de caer en la propaganda o el proselitismo religioso, sino de ser propuesta.

Los jóvenes cristianos son afectados por diferentes aspectos de la realidad social: la pobreza, la marginación, la persecución, la migración y la criminalización. Frente a la urgencia de buscar opciones de sobre vivencia, los procesos de la formación y militancia quedan en un segundo plano.

Durante muchos años en Centroamérica los jóvenes han sido victimas de la persecución política por los regímenes de turno; durante el periodo de “democracia” la situación no ha cambiado mucho en la mayoría de países, solo se ha disfrazado. En Centroamérica la juventud cristiana ha jugado un papel importante en las luchas sociales, pero en vista de los cambios en las formas de persecución, explotación, y criminalización, nos preguntamos ¿como debe responder los jóvenes que desde su fe, buscan cambios profundos en sus comunidades y el mundo?

Ante estas realidades, hace falta jóvenes líderes y adultos comprometidos con la liberación de las cárceles del consumo, la mediocridad y la exclusión, propuestos e impuestos por las estructuras sociales. Es un compromiso totalmente coherente con la opción por los jóvenes y los pobres de la iglesia latinoamericana; mas allá de los documentos eclesiales es coherente con la propuesta de liberación de Jesús.

Desde aquí algunos retos, para la construcción de Otro mundo posible!!!

Es necesario darle forma a una organización característica de la juventud cristiana, basada en los valores de la sociedad a la que aspiramos, al contrario se convertiría en un discurso vació e incoherente. Un primer paso es romper con los vicios organizativos de jerarquías, la dependencia a modelos establecidos y el adultismo. Esto es una tarea más a mediano y largo plazo pero es necesario en la medida que asegura una verdadera participación de los jóvenes en la sociedad y una mejor incidencia de los cristianos en otros esferas sociales donde se puede aportar a la construcción de los nuevos movimientos sociales. La creación de una nueva forma de organización es fundamental, no solo para la misma organización, sino para servir a la sociedad.

Otro reto es la construcción de nuevas relaciones entre generaciones y entre géneros, pues en la iglesia y la sociedad han sido en gran manera basadas en una concepción del poder vertical. Para construir relaciones de cercanía y de horizontalidad, es necesario romper con el modelo patriarcal, de la sociedad y de las mismas iglesias. No se trata de una aspiración romántica, sino de la construcción de nuevas formas de relaciones donde mujeres, hombres, adultos y jóvenes aporten al proceso. No es algo fácil,; se trata de destruir modelos autoritarios, sexistas y adultistas de muchos años y que muchas veces se reproducen inconscientemente a través de practicas cotidianas. Para desconstruir y construir hace falta algo mas que capacitación sobre genero y sobre derechos de los jóvenes. Esto puede ser importante, pero no es suficiente. Hace falta integrar de manera practica a la vida cotidiana de los grupos, comunidades, iglesias, cambios sencillos y radicales que nos ayuden a hacer el proceso de acción- reflexión tan necesario en los procesos de educación populares. Hay que revisar y cuestionar los espacios para la toma de decisiones, los espacios operativos, de servicio, las formas y los costumbres de la organización.

La militancia cristiana requiere de procesos ordenados e integrales de formación, no de un simple adoctrinamiento, donde la búsqueda de las buenas acciones y la caridad son la finalidad. Necesitamos procesos de formación que potencian las habilidades y capacidades de los individuos para propiciar la formación de liderazgos entrañables que sirvan al mismo proceso de la iglesia y a las organizaciones populares. Hay que romper con la formación espiritualista que aleja a Dios de la realidad del joven e iniciar procesos encarnados en cada realidad juvenil para formar actores capaces de ver la realidad, analizarla a la luz de su fe y trasformarla integralmente desde su compromiso.

Los procesos deben pensarse a mediano y largo plazo. Muchas veces las urgencias nos llevan a esperar resultados inmediatos de los jóvenes. Queremos que asuman compromisos antes de que ellos están preparados para esto. Un proceso va mas allá de un par de talleres y la participación en actividades; implica aprender y desaprender y esto lleva tiempo y esfuerzo. Los presupuestos de egoísmo, capitalismo, des-humanización calan profundo en la vida de los jóvenes, blanco de las estrategias de marketing y propaganda de las nuevas- viejas propuestas neoliberales.

La integralidad del proceso pasa por respetar las etapas de la formación pero además abarcar en esta los aspectos de la vida del joven desde la espiritualidad hasta su compromiso concreto.

Aunque los procesos de formación deben ser grupales, no se pueden dejar de un lado los procesos personales. Muchas veces sucede que la formación es colectivista y no contempla espacios para cerrar ciclos y heridas personales. Las tragedias que produce la pobreza no solo asalta al plano económico, sino también a las historias sentimentales, de afectividad, relación con los padres, autoestimas, y percepciones, que luego se traducen en incoherencias en la vida militante. La historia de vida y la sexualidad son tan importantes como las técnicas de análisis y de capacidades para la organización.

Ante las diversas propuestas y protestas juveniles, los jóvenes cristinos tenemos la tarea de rescatar el mensaje profundamente liberador del evangelio y las primeras comunidades. Además de ser una propuesta de fe, es una nueva propuesta de formas y fondos, de cómo relacionarse entre los seres humanos, de hacer y pensar la economía, del servicio como objetivo del poder y del mismo poder.



“todos lo que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades repartían luego el dinero entre todos según sus necesidades de cada uno” (Hch. 2)

Seguimos el ejemplo de monseñor Romero quien encontró en “la dimensión política de la fe…respuesta a las exigencias del mundo real…” (Mons. Romero. 02.02.80). Desde el cristianismo queremos descubrir esta nueva forma de hacer política, rompiendo con los vicios e incoherencias aprendidos; es decir, construir “Otra política Posible” ¡Y necesaria! Desde la opción por los pobres podemos ver al mundo y a la luz del evangelio tomar decisiones y asumir compromisos, que al igual que hizo Jesús, nos llevan a entregar la vida, día a día.

Los jóvenes cristianos del siglo XXI deben romper con la dicotomía “fe y vida” e integrarlos en la lucha diaria por la transformación de la sociedad y de las vidas. Esto presupone claro, el descubrir a un viejo-nuevo Dios: solidario, con rostro de hombre, de mujer, de niño y con rostro de pobre. Es el Dios que genere una fe sólida que motive las militancias y que sustenten a “hombres y mujeres que luchen toda la vida”, que sean fermento en medio de los procesos de masa.

Las razones por las que Jesús opto por la comunidad donde formó a los primeros cristianos siguen siendo vigente en un mundo que como entonces, necesita de hombres y mujeres cuyas vidas sean testimonio, Cristianos dispuestos a llevar la Buena Nueva para los Pobres y Liberación para los Oprimidos.


Autor: Xavier Ernesto Rodríguez Corea, miembro de las Comunidades Eclesiales de Base de Nicaragua.

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